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Fuego en ascenso: los incendios forestales en áreas protegidas de México

17 Mayo, 2023

Por Patricia Ramírez

Una columna de humo dibuja una línea en el cielo y las radios se activan. Como si de un banderazo de salida se tratara, equipados de pies a cabeza, un grupo de 10 brigadistas se trepa en una camioneta que conducirá con dirección a los cerros. Allá, donde el humo se convierte en una neblina de calor y el fuego ruge al devorar las hojas y los árboles, controlar un incendio es una moneda en el aire.

Cuando el fuego toca una rama puede ser para bien o para mal. Por un lado, podría ser un siniestro que por días arrase con hectáreas equivalentes a quemar campos de fútbol. Por otro, podría tratarse de un incendio de causas naturales, donde las llamas correrán desde las montañas hasta el valle para incinerar la naturaleza muerta y dejar a los árboles listos para renacer.

Manejar estos dos lados del fuego es el reto para quienes previenen y combaten incendios en México. 

Los incendios forestales han devorado los bosques del país con más intensidad en la última década y van en ascenso. La Comisión Nacional Forestal (Conafor) estima que 2022 fue uno de los años más críticos con 739 mil 626 hectáreas afectadas. 

Sin conocer de fronteras o decretos, los incendios ocurren en Parques Nacionales y Reservas que son Áreas Naturales Protegidas (ANP): La Sepultura en Chiapas, La Primavera en Jalisco, las Lagunas de Zempoala en el Estado de México, Centla en Tabasco y Sian Ka’an en Quintana Roo. En su mayoría, incendios causados por la actividad humana.

En términos de extensión, si dividiéramos las más de 855 mil hectáreas de ANP quemadas durante los últimos 10 años, cada media hora el fuego incendió lo correspondiente a la explanada del Zócalo de la Ciudad de México.

Fuego en ascenso: los incendios forestales en áreas protegidas de México

Brigadista ante la quema. Foto: Crisanta Espinosa Aguilar/Cuartoscuro.com

Las llamas del oeste

«¿El problema de los incendios? Sí, ha crecido”, afirma Omar Haro, brigadista comunitario en La Yesca, en Nayarit, al oeste de México. Un municipio con un paisaje repleto de bosques de pino y encino, pero también de aridez, matorrales y pastizales. Al ser una región ubicada en el sur de la Sierra Madre Occidental, aquí se encuentran partes de la Sierra Pajaritos, Sierra los Huicholes, Sierra Morones y otras cordilleras.

“Hubo una temporada en la que solo tuvimos un incendio, pero el año pasado tuvimos más de 20, fueron incendios forestales. Aparte estuvieron los de conatos, esos que son de pastizales y maleza”, describe el brigadista y hace una pausa para buscar los detalles de los incendios de este año. 

Su registro está en los apuntes de una libreta y en una aplicación para celular con datos como coordenadas y altitud.

El incendio más reciente hasta el momento del cierre de edición de este artículo fue el 28 de abril, en la localidad de Cebolletas. También hay otro registrado antes, el día 14 de ese mismo mes, en la Sierra de Pajaritos, a 122 kilómetros de la cabecera municipal. Ambos están catalogados como “zona de prioridad alta”.

“Significa que requieren atención inmediata por el tipo de bosque y la fauna que tienen”, explica Haro. Esta es su cuarta temporada de incendios en la localidad Puente de Camotlán, durante este tiempo también ha sido enviado al municipio Nayar y al estado colindante de Jalisco. Se ha involucrado tanto que el año pasado pudo integrarse por su cuenta al combate de incendios en Oregón, Estados Unidos.

Para el brigadista los incendios son cada vez más voraces. “La temporada se ha puesto mucho más agresiva”, señala. En la Yesca, la mayoría de las veces están vinculados a quemas para cosecha que se salen de control. Sin embargo, Haro también menciona que se reportan como actividades ilícitas los vinculados a la siembra de mariguana.

Fuego en ascenso: los incendios forestales en áreas protegidas de México

Brigadistas controlando incendios. Foto: Crisanta Espinosa Aguilar/Cuartoscuro.com

Entre sus bosques de pino y sus zonas de matorrales, La Yesca cuenta con una diversidad que tiene a gran parte de su territorio dentro de la Cuenca Alimentadora del Distrito Nacional de Riego (CADNR) 043 Estado de Nayarit. Un tipo de área protegida de la que poco se conoce, pero que fue decretada desde 1949 por el entonces presidente Miguel Alemán y recategorizada en el 2002 como Área de Protección de Recursos Naturales. 

La CADNR 043 tiene una superficie de 2 millones 329 hectáreas. Es tan grande que está distribuida en cuatro municipios de Aguascalientes, 30 de Jalisco, cinco de Durango, 16 de Nayarit y 22 de Zacatecas. 

Pero, a pesar de su extensión y variedad de ecosistemas, no cuenta con un plan de manejo vigente. Al contrario, la sequía y la presencia de quemas por cultivos, principalmente de maíz, han hecho de esta ANP una de las más vulnerables a los incendios forestales en términos de extensión.

En una solicitud de información realizada por Periodismo CN para este reportaje, la Comisión Nacional Forestal (Conafor) reportó que durante 2022 la CADNR 043 Estado de Nayarit tuvo la mayor cantidad de hectáreas incendiadas con más de 39 mil. La superficie es equivalente a 36 campos de fútbol.

A ésta le siguen Papigochic con 12 mil 403 hectáreas y Tutuaca con 16 mil 588 hectáreas, en Chihuahua; la Laguna de Términos con 10 mil 417, en Campeche; y la CADNR Don Martín con 11 mil 691, en Coahuila. 

Es importante precisar que la información sobre la superficie se refiere a la extensión quemada, misma que puede tener distintos niveles de afectación. Además, las hectáreas incendiadas no siempre son proporcionales al número de incendios. Por ejemplo, en 2022 el Estado de México se posicionó como la entidad con mayor frecuencia de estos siniestros al registrar 707 -a diferencia de los 145 en la CADNR 043-, pero en su mayoría no superaron las 10 hectáreas.

A nivel nacional, los incendios dentro de áreas protegidas también han aumentado su frecuencia y la extensión de hectáreas. Mientras en el 2013 se documentaron 856 con quema de 46 mil 616 hectáreas, para 2022 la cifra llegó a los 2 mil 222 alcanzando las 183 mil 776 hectáreas. El incremento de incidencia entre estos años es del 160% y de afectación a la superficie del 294%.

A nivel local se suma que apenas hace un año se creó una Coordinación de Medio Ambiente por parte del Ayuntamiento de La Yesca.

“La presidencia municipal actual tuvo la certeza de abrir este departamento de Medio Ambiente porque históricamente no se contaba con esta área. Estamos generando la información de qué especies son las prioritarias y en dónde están, para poder atender oportunamente los sitios de alta incidencia”, explica el biólogo Christian Eduardo Hernández Franco, quien es el nuevo responsable de esta área.  

Durante la entrevista, Hernández Franco precisa que La Yesca a nivel estado es una de las zonas “menos exploradas en cuestión de biodiversidad”. Tomar medidas ha significado empezar de cero. Recuerda que cuando la Coordinación de Medio Ambiente comenzó a trabajar solo se contaba con información básica como características del suelo y el registro de dos tipos de mamíferos. 

Una situación similar ocurría con Protección Civil de La Yesca. 

“Cuando iniciamos pedí un histórico de cinco años para pensar una estrategia idónea de atención, pero me dijeron que los cuatro años anteriores no se atendían los incendios. Los atendían la misma gente de las rancherías”, compartió Armando De La Cruz, quien es coordinador del mecanismo a nivel Ayuntamiento.

Ambos coinciden que al no tener registro local completo de los incendios, se complejiza conocer las zonas prioritarias, así como los impactos históricos, vinculados a otros problemas de la región como la sequía y la escasez de agua.

“Una de las principales consecuencias que se ha tenido es la pérdida de captación de agua. Por ejemplo, hay una toma de agua potable para uno de los poblados más grandes llamado Puente de Camotlán. Esta toma venía de la Sierra de Pajaritos, pero hubo un incendio en la temporada pasada que revisamos después por escasez y, efectivamente, está casi seca”, describe el biólogo Hernández Franco.

Distribución de la CADNR 043 Estado de Nayarit. Fuente: Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp)

Distribución de la CADNR 043 Estado de Nayarit. Fuente: Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp)

Fuego, una cebolla con capas

Uno de los motivos por los que medir los impactos de los incendios resulta una tarea compleja es porque, de acuerdo con la guía práctica de la Conafor, en un país como México las superficies quemadas corresponden a ecosistemas que dependen del fuego.

En regiones como el oeste del país, donde abundan los bosques de pino y encino, que la naturaleza arda es parte de un proceso natural. El fuego no siempre causa destrucción y daño. Estos tipos de ecosistemas están adaptados y regularmente sus árboles son de corteza gruesa y aislante, con follajes que se recuperan.

Sin embargo, la falta de un adecuado manejo que prevenga los incendios desastrosos y ayude a tener quemas controladas es lo que está generando las afectaciones. La misma Conafor señala que el 99% de los incendios tienen sus causas en actividades humanas.

Las quemas agropecuarias y las actividades ilícitas o intencionales encabezan la lista de causas superando el 50%, de acuerdo con la información proporcionada vía transparencia a Periodismo CN. A esto se suman con menor frecuencia, pero también constantes, la quema de basureros, los fumadores, las fogatas y la cacería.

“El incremento de incendios es una combinación de factores. No podemos hablar de uno solo porque son un tema complejo… es como una cebolla que tiene muchas capas y no lo podemos reducir a una sola, pues además, los territorios en nuestro país son variados. Tienes una cubierta forestal muy próxima a una zona agrícola, seguida de un parque o área protegida…”, explica Michelle Farfán, doctora en Geografía y profesora en el Departamento de Ingeniería Geomática e Hidráulica de la Universidad de Guanajuato.

Fuego en ascenso: los incendios forestales en áreas protegidas de México

Quema controlada. Foto: Crisanta Espinosa Aguilar/Cuartoscuro.com

​​“Paralelamente, tenemos incendios de mayor extensión porque hay más combustible que los puede alimentar debido a los efectos del cambio climático. Hay periodos muy secos porque hemos vivido constantemente el fenómeno de La Niña, lo que intensifica la sequías y hace de los incendios algo más intenso”, agrega Dante Rodríguez Trejo, doctor de la División de Ciencias Forestales de la Universidad Autónoma Chapingo.

Además, ambos especialistas coinciden que otro problema con el manejo del fuego ha sido la pérdida del conocimiento brindado por las comunidades de México. Todo esto en medio de la falta de presupuesto y recursos necesarios para brigadistas e instituciones ambientales.

En La Yesca, donde apenas en el último año se han visto más esfuerzos, el brigadista Omar Haro recuerda que “antes se manejaba de manera muy rústica. Nada más te daban tu herramienta, tu camisa y tu casco. Lo básico”.

En la información entregada vía transparencia a Periodismo CN, la Conafor indicó que el presupuesto ejercido pagado para el Programa Nacional de Protección contra Incendios Forestales a 2023 se autorizaron un poco más de 726 millones de pesos. Lo que está por debajo de lo ejercido en 2022 que superó los 908 millones y en 2021 con 945 millones. 

El presupuesto sigue siendo similar en los años recientes aún con el incremento de incendios forestales. Organizaciones como Greenpeace han señalado que decisiones como cancelar el Programa de Empleo Temporal (PET) en 2019 ha dificultado financiar brigadas para la realización de trabajos, así como la decisión de eliminar el Fondo de Desastres Naturales (Fonden).

Fuego en ascenso: los incendios forestales en áreas protegidas de México

Fuego en ascenso: los incendios forestales en áreas protegidas de México

A pesar de la voracidad que pueda tener el fuego, quitarlo de la naturaleza y disminuir los incendios forestales a cero no es el camino. Lo más viable, de acuerdo con las voces de expertos, es regular los agentes humanos que alteran el proceso.

En la búsqueda de soluciones, investigadoras como la doctora Farfán han trabajado con modelos espaciales para identificar patrones de fuego. Lugares como La Yesca avanzan a nivel local con campañas en escuelas, capacitaciones a brigadistas comunitarios y la generación de información a través de herramientas que ya existen en la Conafor, como la detección de puntos de calor y mapas dinámicos. 

Finalmente, más allá de la tecnología y las deudas pendientes de las autoridades, para Omar Haro, como brigadista, es importante hacer de los incendios forestales un interés de toda la gente.

“En la brigada hacemos actividades de prevención como las guardarrayas, que son aperturas en la tierra, pero en una semana se llenan de basura y quedan borradas. La Conafor nos manda a hacer muchas de esas, pero lo que también necesitamos es la concientización de la gente”, afirma.